miércoles, 17 de enero de 2007

Casi no, casi si

Me encantan los casinos. Pero me gustarían mas si yo fuera la dueña, claro. Como siempre fui desarrollada. Recuerdo que me colaron a un casino en Palmas del Mar cuando tenía 12 años. Después que convencieron al guardia que tenia la edad reglamentaria. Entramos y solo podía mirar para el frente. Me dejaron con mi tía con las máquinas tragamonedas. Me sentía con unas gringolas.

A partir de ahí, nunca más fui la misma. J@! No es verdad. Cuando viaje al Disney de los adultos en el 2004, Las Vegas, fue donde alimente mi verdadero ser. Una jugadora innata. Nació una jugadora para la vida. No gane casi nada lo admito. Pero en mi aniversario al próximo año, me llevaron a comer y claro, a un casino.

Pero lo mejor de la historia, es el fruto de mi amor con mi marido, Diego. Nuestro querido Diego es adicto a las maquinitas de montarse tales como caballitos, carritos etc. Pues, un día, fue con su papá a la panadería y trajeron una maquinita de juegos como las de apostar. Su papa le dio 50 centavos por que el niño insistió. Con 50¢, saco $10.00. Y siguió metiendo el deo’… hasta que saco $50.00. Un niño de 3 años. Su vicio comenzó muy temprano. Aquí termino antes de que me sigan criticando las arpías de mis compañeras.

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